Hay un momento en
la vida, por la circunstancia que sea, en el que alguien te pregunta: ¿Quién ha
sido la persona más importante de tu vida? Entonces cierras los ojos y por un segundo,
seguro que a todos os viene a la mente esa persona, un amigo, un padre, la
abuela, un vecino, ese profesor que te ayudó… esa persona que fue y será la más
significativa y referente para ti; y,
sin saber cómo ni por qué, ha hecho a la persona que eres a día de hoy.
El nombre que tengo yo en mi mente es: Aïnhoa.
El nombre que tengo yo en mi mente es: Aïnhoa.
Ha llegado el
momento, ese momento que no he querido que llegara y del que os había hablado
en algún momento; y aquí está.
No sé si me siento
preparada para escribir y hablar sobre ella, porque haré público lo más íntimo,
profundo y privado sobre mí. No estoy pensando como hacerlo, porque aún que lo
hiciera mil veces, todas ellas me parecerían mal.
Aïnhoa era mi
hermana mayor, para las personas que no me conozcan, nos llevábamos 14 años.
La diferencia de
edad hizo que mi hermana tuviera un rol sobre mí y mis hermanos que en otra
circunstancia y vida, no las hubiera tenido. Por motivos familiares nos hizo de
hermana, madre y amiga a todos mis hermanos.
Ella y yo, por alguna razón que nunca supimos, tuvimos un vínculo muy
fuerte des de mi infancia.
La primera desilusión
que tuve en mi infancia la recuerdo como si fuera ayer, y fue el día que mi
hermana dijo que se iba de casa para ir a vivir con su pareja.
Solo 100 kms nos separaban entre nosotras, pero me sentí abandonada y la echaba tanto de menos que cualquier oportunidad que se me presentaba para ir a verla, iba corriendo.
Solo 100 kms nos separaban entre nosotras, pero me sentí abandonada y la echaba tanto de menos que cualquier oportunidad que se me presentaba para ir a verla, iba corriendo.
Mi hermano pequeño Pol y yo nos llevamos sólo 18 meses. La poca diferencia de edad hacía que siempre fuéramos un Pack. Siempre debíamos ir juntos y casi nunca nos separaban.
La rutina, el aburrimiento y la poca distracción que teníamos los dos, muchas veces, provocaba que fuéramos insoportables.
Aïnhoa la mayoría de veces escogía a uno de los dos, porque juntos no nos quería y era insostenible la situación con nosotros. Sí mi hermana podía escoger, siempre acababa por elegirme a mí.
Me encantaba
escaparme a Barcelona. Primero porque estaba con ella y segundo, y más
importante, era que podía huir de mi vida habitual y eso me alucinaba.
Cómo me enseñaba la ciudad, su taller de restauración de muebles y cómo me encantaba aprender de ella y escucharla cuando me explicaba cosas sobre historia.
Cómo me enseñaba la ciudad, su taller de restauración de muebles y cómo me encantaba aprender de ella y escucharla cuando me explicaba cosas sobre historia.
El primer viaje que
hice en avión y fuera de España fue junto con ella. Fue una de las mejores
experiencias que he tenido. ¿Quién no estaría ilusionada con viajar con sólo 11
años con su hermana mayor? Nos fuimos a casa de mi familia de Menorca a pasar
las fiestas de San Juan. Aïnhoa tenía que ir con su pareja, pero por algún
motivo, no fueron.
Mi hermana quiso que le acompañara en ese viaje y yo estaba entusiasmada por acompañarla.
Fue tan, tan divertido… y me sentía por primera vez mayor y era a su lado.
Ella vigilaba en todo momento que no me pasara nada y yo parecía una cabra loca. Con ansias de hacer las mil locuras y disfrutar de esas vacaciones.
Mi hermana quiso que le acompañara en ese viaje y yo estaba entusiasmada por acompañarla.
Fue tan, tan divertido… y me sentía por primera vez mayor y era a su lado.
Ella vigilaba en todo momento que no me pasara nada y yo parecía una cabra loca. Con ansias de hacer las mil locuras y disfrutar de esas vacaciones.
Las primeras
conversaciones sobre sexualidad, relaciones, parejas… las primeras dudas sobre
qué se debía hacer en aquellos momentos. Los primeros secretos de tu primer
amor y esas conversaciones que duran horas, explicando con todo detalle y con
mucha ilusión de contárselo.
La espera del
diagnóstico de mi enfermedad y cómo se lo tomó. Recuerdo que todos mis hermanos
ya sabían antes que yo qué es lo que tenía y cómo esto les afectó. Recuerdo las
palabras de Aïnhoa cuando me explicó que sintió cuando mi madre les dijo, una
tarde en el bar de bajo de casa, todos sentados que Agna tenía una enfermedad
degenerativa; ¿Por qué su hermana pequeña tenía que tener esto y qué había
hecho ella para merecérselo siendo tan joven?
Lloré mucho junto a ella, por la enfermedad. Pero empecé a demostrarle día a día que podía enfrentarme a ella y luchar. Siempre quise que se sintiera orgullosa de mí y que viera que no bajaba la guardia en ningún momento.
Lloré mucho junto a ella, por la enfermedad. Pero empecé a demostrarle día a día que podía enfrentarme a ella y luchar. Siempre quise que se sintiera orgullosa de mí y que viera que no bajaba la guardia en ningún momento.
La primera vez que
me dijo que iba a ser tía yo tenía 17 añitos, cuando vi por primera vez a mi
sobrino y cuando lo sostuve en mis brazos… aluciné muchísimo cuando vi a esa
pequeña personita morena y pensé que era alucinante que viniera de mi hermana. ¡Mi hermana ya era madre! Y me sentí, por
primera vez en la vida, responsable de su bienestar y quererle cuidar para que
nadie le hiciera daño.
Podría explicar mil
situaciones, experiencias, anécdotas y estaría horas. No acabaría nunca por
contar…
Imaginaos que esa
persona, sí, esa la que estamos hablando
que hemos dicho que es la más importante de tu vida; esa persona que te
ha dado los valores y te ha hecho crecer, que sin ella seguramente no serías la
misma persona… te dicen que está enferma y de repente el mundo se te paraliza y
todo lo que tu creías que era importante, es miseria y mierda comparado con
esto.
Aïnhoa empezó a dolerle la barriga en invierno del año
2012 cuando sólo tenía 35 años.
Comenzó como cualquier persona que tiene una gastroenteritis, le dolía la barriga, no iba bien de vientre y todo lo que comía le sentaba mal.
No vamos a decir nombres de médicos ni hospitales, porque a día de hoy no sirve para nada. Al principio parecía que debía ser una gastroenteritis cualquiera. Pasaron los meses y pasó a ser depresión o nerviosismo porque era madre de dos criaturas y la veían muy estresada. Le llegaron a recetar pastillas antidepresivas por esos dolores.
Comenzó como cualquier persona que tiene una gastroenteritis, le dolía la barriga, no iba bien de vientre y todo lo que comía le sentaba mal.
No vamos a decir nombres de médicos ni hospitales, porque a día de hoy no sirve para nada. Al principio parecía que debía ser una gastroenteritis cualquiera. Pasaron los meses y pasó a ser depresión o nerviosismo porque era madre de dos criaturas y la veían muy estresada. Le llegaron a recetar pastillas antidepresivas por esos dolores.
Nadie. Nadie se
dignó a pedir ninguna prueba al principio, ninguna exploración… sólo se regían por el mero hecho de lo que
observaban objetivamente.
A medida que iban pasando los meses, mi hermana seguía encontrándose mal e iba adelgazando hasta tal extremo que ya no parecía ella. Todos estábamos muy preocupados por ella, porque veíamos que había algo que no iba bien, pero no había nada que aferrarse.
A medida que iban pasando los meses, mi hermana seguía encontrándose mal e iba adelgazando hasta tal extremo que ya no parecía ella. Todos estábamos muy preocupados por ella, porque veíamos que había algo que no iba bien, pero no había nada que aferrarse.
Hasta que llega ese
día, el día que va a urgencias. La desesperación de mi cuñado y mi hermana por
saber qué le está ocurriendo y llega el momento que le empiezan hacer mil
pruebas.
Ese momento no lo
voy a olvidar nunca, desgraciadamente.
Todos mis hermanos,
mi madre y mis dos sobrinos, que en ese momento eran tan pequeños… estábamos
todos juntos porque debíamos cuidar de ellos. Aprovechando que se acercaba el verano y para que no se
preocuparan de la ausencia de sus padres, nos fuimos a la piscina de dónde
vivían.
Esa llamada, esa conversación, esa maldita palabra…
Cáncer de estómago.
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